Toda mi vida he querido ir a un cine de verano. Los he amado siempre, sin conocerlos personalmente, a través de las pantallas de otros cines más protegidos del mundo exterior, que nos enseñaban que había por ahí unos lugares semi-mágicos donde podías ver una película bajo un puñado de estrellas. En EE.UU., incluso, podías verla desde el coche abrazado a tu chica, pero debías llevar tupé y cazadora. Lejos de allí, en Ubrique, detrás de la casa de mi abuelo, había un cine de verano. Mi madre y mis tías iban a menudo. Allí vieron Dumbo, por ejemplo.
Pero al nacer yo, aquello se llenó de coches sin parejas, y la pantalla se vació de imágenes. Hoy es un garaje.
Los cines de verano nunca han estado ahí para mí, o yo no he sabido encontrarlos. Hasta el otro día. Después de 4 años fuera, en Madrid, fui por primera vez a uno de estos lugares que hacen buenas a las películas mediocres, y hacen más llevadera la infamia de las peores. Al principio, la película era para mí lo de menos. El hecho de encontrarme al aire libre, delante de una gran pantalla, oyendo cómo la película recorría el proyector a duras penas y sintiendo el murmullo de la ciudad a mi espalda, era motivo más que suficiente de gozo. Pero resulta que la película se prestaba al momento:
La Novia de Frankenstein es la continuación de Frankenstein, película que ya comentó en su momento mi colega luisdefran en este espacio. Ambas están dirigidas por uno de los grandes pioneros del cine de terror de todos los tiempos, homosexual reconocido, espíritu atormentado, poeta del miedo: James Whale. Si la primera película del monstruo ideado por Mary Shelley es de 1931, esta segunda parte data de 1935, año más alejado del final de la etapa muda, lo cual le vino muy bien. Digo esto porque si bien la primera película arrastraba ciertos dejes propios del cine mudo que no le sentaban demasiado bien, en esta segunda el lenguaje sonoro se encuentra más afianzado y hace avanzar a la película con más suavidad.
Se trata de una gran segunda parte, que para mí no llega a superar a la primera ni mucho menos, pero que sigue estudiando con detenimiento las consecuencias de «jugar a ser Dios» y que nos muestra una cara un poco más amable del monstruo, que como todo ser vivo tiene sus necesidades y ansía mojar la polla garganta con un buen vaso de vino y luego secarla de nuevo con un cigarrazo humeante. De hecho, tal es el placer hacia la buena vida que termina sintiendo el bicho, que la película acaba con una genial frase que resume su postura vital a la perfección:
«Cariño, traéme un cigarro… ¡pero encendío!»
Cuando quieras montamos un cine de verano: un cinexín, unas sillas de playa y una pared bien encalá… No se porqué pero al cine de verano le pegan totalmente películas clásicas. Si lo montamos comenzamos por Buster Keaton y Chaplin, por ejemplo ;)
Qué duras eran las putas butacas, qué ruidosas, y qué a gusto salía uno de aquel «cinema paradiso».
Bienvenido, ki… analla
Arenas, qué bien! Montar nosotros un cine de verano.. estaría genial. Aparte de lo que nombras, lo que necesitaríamos sería coincidir en el mismo eje espacio-temporal.. Cuándo nos veremos, pichaque?
Petenor, yo salí a gustísimo el otro día, ahora no hago na más que mirar las programaciones de los varios cines de verano que hay por estas llanuras. Pero lo que de verdad me apetece hacer es… tomarme unas birrezas contigo!
Uff, algún día te contaré la cantidad de recuerdos que tengo de aquél cine de verano que teníamos detrás de la tapia de casa. Aún me acuerdo de haber visto alguna que otra película de pie en una silla, estirado para ver por encima de la tapia.
Recuerdo que en un día de feria fuí con mis amigos a ver King Kong (la buena), y nos echaron del cine por poner un petardo.
Recuerdo que algunos viernes ponían pelis clasificadas «S» (ya sabes, aquellas en las que salían pechos y tal), y reconozco que era muy excitante verlas detrás de la tapia, con la cabeza casi asomando por la pared y la luz apagada para que nadie me viera….
Y tantas otras anécdotas.
¡Uf, qué recuerdos!
Yo era muy pequeño, pero sí que recuerdo en Chipiona que ibamos en coche de caballos al cine de verano para ver las de Disney (recuerdo haber visto Peter Pan, Dumbo y Bambi (estas dos últimas fueron todo un trauma). ¡Te imaginas? ¡Vaya lujo!
Efectivamente, los cines de verano tiene ese algo especial. No deberían desaparecer nunca.
Qué bueno! Pues sí que me contarás, porque no hemos hablado mucho de eso nosotros. Pero vamos, que desparecieron todos los cines, no sólo ese. Fue nacer yo y chaparlos todos poco a poco..
Life, en coche de caballos hay que ir a ver La Cenicienta, hombre. Bambi en trineo, El rey león en land rover, La Sirenita en patera, Blancanieves en quad y Peta Pan, Aladdin y Dumbo, que son de volar, puedes ir morao………. digo yo.
Kike, ejas cervejas (en portugués) ya!
Y la peli esa del alemán ubriqueño grandote ese que canta que tiene mucho repertorio y que no quería crecer (menos mal que no quería), sí el de la foto (fila superior izquierda)… Peter Pon
Sí, el de la cara cantante……. onde has rebuscao la foto esa, cacho perro?
hola yo queridos amigos e trabajado en bastantes cines de operador de camara necesito un socio capitalista para montar cine de verano tengo equipo portatil para hacer cine pòr los pueblos yo soy como vosotros un enamorado del cine tengo pantalla de 9 mtrs de larga por 4 mtrs de alta 2000wts de lampara y 2ooo de sonido esto es una caña de verda mi numero de tlf 664760408
juan